jueves, 7 de agosto de 2008

Bla

Sergio era delgado, casi flaco anoréxico cuando lo conocí. Tenia como veinte años para mi, aunque ya después supe que tendría unos diez y seis, yo lo veía mas grande. Reía mostrando esos súper dientes, resistentes y blancos característicos de la tierra paterna. Lo hacia un poco como retrasado y otro tanto como loco; torciendo el cuerpo como si tuviera algún daño mental. Era de esas risas que te hacen reír por su extravagancia y su gracia. Tengo mala memoria de las personas adultas de mi infancia, solo me acuerdo de su interminable acto de sonreír y de permanecer tumbado en la sala mirando la televisión u hojeando revistas basura.

No recordaba que existía -cuando no tenemos presente la existencia de una persona, entonces realmente no existe, aunque sea sobre todo para nosotros-. Logro su reexistencia en mi memoria debido a que me lo dijo mi padre por teléfono: “tenemos visitas”. Que yo recuerde no habíamos “tenido visitas” desde hacia mas de diez años, asi que por el tono de felicidad con que me lo dijo, supe –inconscientemente- que se trataba de un familiar o amigo de el. Después me dijo que era Sergio. Sabia de algunos conocidos de padre que Vivian en Estados Unidos, pero nunca espere ver a alguno -ciertas cosas o personas parecen mas una fantasía que realidad, cuando no se tiene presente la posibilidad de estar frente a ellas o conocerlas es como si no existieran, como cuando hablamos de Marte, creo que nadie piensa realmente que alguna vez conocerá ese planeta-.

Llegue un viernes por la tarde a casa y me dijeron que Sergio había salido. Supuse que habría ido a conocer la ciudad, mas específicamente los bares y las cantinas. Pero mi suposición fue un poco ingenua, lo que realmente había ido a conocer era a mi conecte…

Me dormí y en la madrugada escuche que los perro ladraban, Sergio logro entrar al patio, parecía avanzadamente ebrio, se balanceaba. Cuando me miro me reconoció y yo a el. Se fue a dormir sin decir preguntarme mas que por mi edad y expresar su gusto por verme que “había crecido”, tal vez esperaba verme de seis años eternamente.

No lo volví a ver en esa semana hasta el domingo siguiente y después de algunos momentos frente a el me di cuenta de que Sergio seguía la tradición de su familia en los hombres. Su padre se emborrachaba con tequila y mezcal en el rancho, algunos de sus tíos y hermanos también; el escapaba de las emociones con cocaína y heroína en las vegas. No había pasado por Tijuana a visitar a nadie sino a prevenir la abstinencia para continuar su viaje…

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