jueves, 21 de agosto de 2008

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Amaneció. Las siete de la mañana, dos sueños no recordados, muchos mas perdidos y unos cuantos saboteados. Amaneció nublado. Buen escenario para la convergencia de los días pasados. Hay personas, lugares y situaciones vacías que convergen en momentos con un sentido… Apenas puedes mover los pies. El valium no ayuda, solo exacerba el estado; la televisión no ayuda, solo te anestesia mas, el cigarro hiere los pulmones, la música te acompaña, es tu única amiga, como decía ese tonto…
Amanece, el día se desdobla, cae el azul, cae la culpa, cae el viento que golpea. Todo esta bien porque ya no hay sensación. Has tenido la sensación y esa fue tu aceptación. Asomarse a la ventana: ahí están todos montados en la intención con la que despertaron esta mañana, en esa intención montada en el propósito montado en una meta montada en el vació…

Lo supiste desde que abriste los ojos: vas a embriagarme este día. Tal vez termines vomitándolo pero es una demanda ajena a tu voluntad. Un día te levantas, te miras al espejo y no te reconoces… Lo he leido tantas veces porque a tantos les pasa. Han pasado muchos años. Un día despiertas con la sensación de haber tenido un sueño que contenía el secreto, la respuesta de lo que necesitas saber en este momento y no lo recuerdas. La bruma se disemina y el sol se a asoma. Todos pasan allá abajo. Los miras escondidos atrás de la persiana de madera. Ya no los desprecias, ya no te gustan, ya no hay nada…

Lo sabes: hoy tampoco pasara nada.

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