miércoles, 3 de septiembre de 2008

Granujas

Se supone que todos tenemos un policía dentro de nosotros que en cada momento nos esta impidiendo hacer lo que deseamos o sentimos instintiva o emocionalmente (superyo). Es fácil ver el grado en el que ese policía actúa dentro de cada uno de los palurdos; solo hay que darle un poco de poder, y el grado en el que trata de reprimir o someter a los demás es el grado en el que a el lo reprime su inconsciente: es la proyección de su policía interno. También me parece interesante ver el placer que les provoca a esos tarados el hacerla de figura de autoridad. Mas de una vez todos nos hemos encontrado con esos gusanos da la “justicia” de los cuales los policías son el arquetipo mas asequible. Pero de esa escoria oficial horita no me place decir nada. Horita me refiero a esos insignificantes seres a los que esporádica y accidentalmente se les otorga una bacteria de poder y que inmediatamente se abandonan a esa sensación y actúan de forma maniática. A ese tipo de seres, refiero, se les puede encontrar en cualquier lugar. Por ejemplo, si tu vas al cine, el idiota que trabaja ahí y que te dice que hay que formarse en una fila, que te pide que apagues tu celular, que no hables durante la película o que te sorprende cuando inteligentemente entras por la salida de emergencia para manifestar tu ideología en contra del capitalismo avanzado, ese tipo de mequetrefes son de los que hablo. Y esos granujas están por todas partes. Son los que encuentras en el sanitario de un restaurante cuando se quejan de que huele a hierba después de que tu saliste, es el que te delata cuando te infiltras en la fila de dos mil personas, la que te condena con la mirada cuando te ve orinando en la calle, el que se ofende cuando al taxista no le pago algún malandro que huyo corriendo, el que condena los asaltos bancarios, la que critica la pornografía, el que condena la felicidad química, el que quiere que todos paguen como el. Todos esos seres torvos y mal intencionados traen un monstruo de represión dentro de ellos y son peligrosos para los libres pensadores como mi respetabilísima persona. Ante esas personas toxicas es mejor pasar inadvertido y solo actuar en el mejor momento. Es importante aprender a identificarlos y nunca hablar con ellos de algún tema que pueda suscitar un desacuerdo. A esos palurdos los conozco en sus diferentes presentaciones y facetas, puedo olerlos a un kilómetro y deben saber que no me reconocerán a mi como yo a ellos ¡los he burlado, nefandos seres!

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